A fines del año 2019, Perú proyectaba un crecimiento económico del 4% ante el incremento de actividades manufactureras vinculadas a bienes de consumo y la industria de la construcción (materiales y maquinaria) de inversión pública y privada. De igual modo, se esperaba un aumento en el nivel de producción pesquera, minera y exportaciones. No obstante, todo esto se creía probable en un escenario donde la mayor de nuestras preocupaciones era cómo optimizar la gestión de los recursos públicos.
La declaración de la emergencia sanitaria ocasionada por el coronavirus en marzo del presente año produjo en la población una sensación generalizada de angustia e incertidumbre. “Las restricciones a la libertad personal (…) han significado, para muchos hogares, un corte abrupto de sus posibilidades de generar ingresos” (Jaramillo & Ñopo, 2020).
Impacto de la COVID-19 en el presupuesto y bienestar de las familias
A diferencia de otros virus, es bastante limitada la información que tenemos aún sobre el SARS-CoV2 a pesar de que ésta llegó para cambiar nuestros patrones de vida al restringir nuestra facultad de interactuar en sociedad. A nivel nacional, del total de personas trabajadoras, un 40% son independientes -por lo general informales o “del día a día”- cuyos ingresos constituyen el 50% de la canasta básica familiar. Mientras que los trabajadores formales se han visto afectados dado a recortes masivos de personal o reducción de horas laborales.
“La presión económica por falta de recursos tiene una serie de consecuencias al interior de la dinámica de la familia. Una de ellas puede ser el constante deterioro de la calidad marital (…). Se interrumpe la sana comunicación al mediar argumentos acerca de la falta de recursos económicos para satisfacer necesidades primordiales” (Vargas, 2020).
Además, la falta de presupuesto y la necesidad de pagar deudas pueden generar estrés, depresión e irritabilidad acentuando, por ende, conductas negativas en niños y adolescentes. Esto es particularmente perjudicial ya que diversos expertos han confirmado que la inestabilidad emocional debilita el sistema inmune haciéndonos más propensos a contraer enfermedades.
Muy buen aporte, muy recomendable! Un cordial saludo.